Los usos de una corbata

24 abril 2008 at 6:31 pm (Cuentos, Relatos)

Por suerte conseguí resistir hasta los treinta y cinco sin ponerme un traje, una corbata y unos zapatos. La posibilidad de vestir a mi antojo fue una de las pocas cosas que siempre agradecí de mi trabajo, además del sueldo que cobraba. Hablo en pasado porque no hace más de dos meses me pusieron de patitas en la calle por un supuesto acoso sexual a una compañera. Fue algo así de ridículo:

– Marina, hoy estás muy guapa.

– Gracias, tu siempre lo estás ¿te gustaría salir a tomar hoy algo?

– Pues quizá otro día, hoy estoy muy cansado.

– Venga hombre, que es viernes.

– En serio, no puedo…

– Vale, entiendo. Pero te vas a enterar.

Quince días después estaba en la oficina del paro a las nueve de la mañana. Sinceramente, creo que estaban buscando una excusa para largarme. Y siguiendo con la sinceridad, creo que podrían haberse buscado otra un poco mejor. Por lo menos esa misma semana acabé sudando con Marina en su sofá de piel blanca, mientras su marido sudaba de otra manera poniéndose en forma en un gimnasio frecuentado, según las malas lenguas, por conocidos homosexuales de la ciudad. Fueron dos semanas muy raras.

Se me había acabado el chollo; adiós al buen sueldo por no hacer nada. Fue un triste suceso, pero tardé poco en superarlo ya que mi querida amiga la hipoteca del piso, me ayudó a ponerme en marcha rápidamente y mi soltería, a veces forzada pero casi siempre elegida, hizo el resto. Con tantos gastos y un paro raquítico tendría que buscar un empleo. Si por lo menos hubiera tenido una mujer buena y trabajadora que pagara las facturas mientras yo buscaba algo digno, me habría dado el lujo de elegir. Como no era así, cogí lo primero que encontré:

«Se busca comercial para importante empresa editorial. Entre 25 y 35 años. Se exige buena presencia y don de gentes. 1000€ netos al mes más incentivos. Gran oportunidad.»

Contaba con casi todos los requisitos, así que me corté el pelo, me afeite y llamé para solicitar el puesto. Me pidieron el currículum y a la semana y media estaba en Zara comprando un traje; al día siguiente empecé a trabajar. Vendedor de enciclopedias, un trabajo absurdo hoy en día. ¿Quién compra actualmente enciclopedias habiendo Internet? Aun así hice el gasto. Un traje bonito, serio y no demasiado caro. Una camisa y una corbata a juego. Dos camisas, que sudo mucho. Unos zapatos clásicos pero cómodos. ¿Una corbata o dos? De momento una, veamos qué tal se venden las enciclopedias en pleno siglo XXI.

El primer día no vendí nada, aunque un par de marujas se me insinuaron, por lo que mi ego aumentó y la salud de mi autoestima resistió lo suficiente como para intentarlo de nuevo al día siguiente.

El segundo día no estuvo mal del todo. Vendí una enciclopedia a un nuevo rico que tenía correteando alrededor de sus pies a dos mocosos, a los que por lo visto quería quitarse de encima:

– ¡Cómprala papá! ¡Queremos la consola!

– ¡Si! ¡Queremos la consola! ¡Nuestros amigos tienen una igual!

– De acuerdo, de acuerdo. Pero dejad de tocarme los cojones.

– ¡Bieeeeeeeeeen!

No estaba mal, había vendido una videoconsola por veinticinco cómodos plazos de treinta y seis euros. Esa hazaña me dio fuerzas para resistir el resto de la semana. Otros tres días horribles en los que no fui capaz de vender nada, aunque estuve a punto de conseguirlo un par de veces. Creo que sólo en esa semana recorrí la mitad de la ciudad. Llegó el viernes y yo estaba exhausto. Me acosté a las nueve de la noche y desperté a las cuatro de la tarde del domingo. Empezaría la semana repleto de fuerzas y con una nueva idea: me convertiría en vendedor de videoconsolas con una enciclopedia de regalo.

El lunes me puse el traje y la corbata y comencé a poner en práctica mi estrategia, que funcionó a las mil maravillas. Lo importante seguía siendo la enciclopedia, pero los argumentos se centraban en los videojuegos, en la salud emocional de los hijos, en los ratos de ocio y otras gilipolleces que se me ocurrían sobre la marcha. Hice cuatro ventas en una semana. Mi jefe alucinaba y me miraba con los ojos muy abiertos. Fui invitado a dar una charla remunerada a mis compañeros, con el fin de motivarlos y enseñarles mis estrategias. Los dos o tres que llevaban más tiempo que yo en el mundo de las ventas me miraron recelosos durante el discurso, los otros diez o doce eran incluso más novatos que yo mismo.

Todo marchaba bien. Me gustaba mi trabajo. Lo tenía todo: me sentía realizado, cobraba unos incentivos bastante altos, practicaba bastante habitualmente buen sexo sin compromiso … Hasta que un día sucedió.

Me abrió la puerta Villafaña, el tío más cabrón de mi ya ex oficina.

– Hombre Pereira ¿qué coño estás haciendo así vestido? ¡Jajaja! -le oyeron reirse en toda la escalera- Estás ridículo.

– Pues ya ves Villafaña, me echaron y ahora vendo enciclopedias.

– ¡Jajaja! Siempre fuiste un pringao, no me extraña en absoluto -y siguió riendo. Hay que reconocer que se lo había montado bastante bien, un piso nuevo en una zona exclusiva, en pleno centro. Me entraron ganas de ver ese sitio por dentro.

– ¿Te interesaría comprar alguna? Ahora regalamos una videoconsola que…

– Pero ¿qué coño estás diciendo mamón? ¿Qué hostias te voy a comprar yo nada a tí? -seguía con la sonrisita en la boca y ya estaba empezando a hartarme.

– También es verdad ¿para que querrías tú una enciclopedia? Ni siquiera sabrías usarla -le contesté muy bajito.

– ¿Qué acabas de decir cabronazo? ¿Me acabas de llamar tonto en mi propia casa? ¡Te voy a partir la cara!

Levantó el brazo con intención de agredirme. Yo como pude le golpeé en el estómago con el tomo de muestra, el que va de FRE a INF. Mil doscientas veintidós páginas de información actualizada, impresas a todo color en papel de máxima calidad, le hicieron doblarse sobre sí mismo. El tomo también le golpeó en la nuca acto seguido, dejándolo inconsciente. Le até las manos con unas bridas y lo inmovilicé como pude en una lujosa silla, uno de los únicos muebles -otro era una solitaria cama que no conseguía llenar el dormitorio que se veía al final del pasillo- que había en la casa. Debía estar mudándose o simplemente usaría aquel sitio de picadero, eso explicaría que estuviera tan lejos de su domicilio habitual y por consiguiente, de su esposa. Tardó bastante en despertarse.

– ¡Hijoputa! ¿Qué me has hecho? ¡Suéltame ahora mismo!

– Cállate Villafaña.

– ¡Te voy a partir la cara!

– Eso ya lo dijiste antes y creo que no cumpliste, machote.

– ¡En cuanto me sueltes voy a llamar a la Policía y a tus jefes! ¡Haré que te despidan!

No sabía muy bien que hacer, pero ese ricachón hijo de puta tenía toda la razón. No podía permitir que se chivara a mis jefes. Necesitaba ese trabajo así que, sin perder la calma -han pasado ya más de treinta días y aun no sé como conseguí estar tan tranquilo- intenté urdir un plan para salir indemne.

¿Robarle y tratar de tirar un tiempo con el botín? No, allí no había nada que pudiera vender.

¿Salir huyendo y confiar en que todo se solucionara? No funcionaría, la había cagado demasiado.

¿Quizás conseguir un producto que le provocara una pequeña amnesia? ¿A lo mejor emborracharlo para que no se acordara de lo sucedido? Todo era bastante absurdo.

Mientras yo maquinaba mi plan y sin saber muy bien cómo lo consiguió, Villafaña se deshizo de las bridas y avanzaba hacia mí embargado por la furia. En un movimiento rápido le esquivé y le empujé por la espalda. Tropezó y cayó hacia adelante golpeándose contra la esquina de un mueble de madera de ébano. Quedó noqueado,medio inconsciente, así que volví a atarlo ahora más concienzudamente que antes. No se me ocurría ningún plan decente y el cabrón de Villafaña ya se había despertado y no dejaba de insultarme.

Fue entonces cuando me acordé de mis tardes con Hitchcock y en un rápido movimiento me desenredé la corbata del cuello y la coloqué en torno al de mi antiguo compañero de trabajo. Le abordé por detrás y cuando lo tuve bien sujeto apreté fuertemente hasta que dejó de patalear y gemir. Le tomé el pulso: estaba muerto. Antes de irme rompí algunas cosas y me llevé un marco de oro con la foto de una señora que no era su mujer. Parecía lo más caro de toda la casa, pero no sé si lo era lo suficiente como para que pasara por un robo violento. Posiblemente me pillarían tarde o temprano. Desaté el nudo de la corbata y la guardé en el bolsillo del pantalón. Cuando llegué a mi casa la quemé en un arrebato pseudo neurótico. Era conveniente destruir todas las pruebas.

Ha pasado ya más de un mes de eso y hoy cumplo sesenta días en mi trabajo. Nadie me ha preguntado por el cadáver y en el marco que robé he puesto una foto de Angelina Jolie. El trabajo va cada vez mejor, los incentivos no dejan de crecer y ya no gasto todo lo que gano en pagar facturas. Incluso creo que me van a ascender y al fin voy a conseguir un alto cargo, eso si en otra ciudad. Me viene bien cambiar de aires.

Además no me arrepiento de haber echado a perder aquella corbata. Al día siguiente tuve que ir a comprar otra. Es de un color azul apagado y la estoy usando en este mismo momento para atar las muñecas de una preciosa pelirroja a la cabecera de su cama.

5 comentarios

  1. Hérincë said,

    ay el frenesí… k0n l0 guap0 ke estás k0n el traje de Zara!!

    P.D.: kre0 ke está muy… bieeeeeeeeen!!! =D

  2. fanou said,

    Hola,

    Este relato me gusta mucho también.Me gusta como escribes. Lástima que te prodigues tan poco.Espero que sigas dándonos más vidas imaginarias, ¿te puedo llamar el tipo de las mil vidas?

    Suerte!

  3. HaSiRo said,

    Hola fanou,

    Me alegro de que te guste 😉 Es una pena no poder escribir más, es verdad… jejeje. Se hace lo que se puede.

    Llámame como quieras, ese nombre no está nada mal 😉

    Un saludo y gracias por tus visitas!

  4. plasplasplas said,

    Dentro de no mucho seguramente estaré llamando a la puerta de un nuevo-rico con la mejor de mis sonrisas: «Buenos días, ¿tiene hijos?¿cuántos años? entonces tengo que decirle que hoy es su día de suerte!! por el módico precio de 36euros los próximos dos años usted puede…y además ¡¡con una enciclopedia de regalo!!» Lo malo de todo esto es que nunca creo que use corbata!

  5. Room said,

    Somehow i missed the point. Probably lost in translation 🙂 Anyway … nice blog to visit.

    cheers, Room!

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